En busca de la magia III

((viene de antes En busca de la magia II))

Se despertó ya tarde cuando el sol brillaba ya en lo alto del cielo en todo su esplendor, su “niño grande” estaba trabajando y no volvería hasta la noche. Ya que hasta esa hora no podría conversar con él, dedicaría la mañana a recorrer la ciudad.

Nuestra pequeña hada sobrevoló así rascacielos, casas y universidades hasta llegar a un gran parque lleno de vegetación en el que descansar. En él los árboles se alzaban majestuosos y entrelazaban sus ramas entre ellos, los pájaros volaban tranquilos en absoluta libertad, los arbustos eran el refugio de pequeños insectos que continuaban su vida diaria, y hasta algunos niños pequeños corrían por aquel lugar observando atentos todo cuando había a su alrededor. Tubo incluso que esconderse de dos niños traviesos que se empeñaban en acariciar sus transparentes y hermosas alas. Estaba en un lugar similar a su bosque.

Poco a poco, nuestra hadita se sintió cansada y se quedó dormida sobre la raíz de un gran árbol que servía de cobijo a un pequeño duende curioso que por alguna extraña razón había llegado a ese parque algunos siglos atrás.

El duendecillo de gorrito morado, largas y puntiagudas orejas y pequeño tamaño, era de un color azul cielo muy gracioso, y llevaba consigo siempre una pequeña bolsa que dependiendo del día era de un color o de otro.

Cuando la pequeña hadita se despertó el sol se estaba escondiendo tras el horizonte, miro a su alrededor y de pronto, ahí estaba, un duendecillo aún joven, quizás tuviese su misma edad, la estaba mirando fijamente, quizás había hecho algo indebido al quedarse dormida en aquella raíz.

- ¿Qué eres?- dijo el pequeño duendecillo al notar que el hada ya estaba despierta
- Un hada- respondió el hada
- No se lo que es eso, pero...¿quieres ser mi amiga?
- Esta bien
- Pues, ahora que eres mi amiga tengo que regalarte algo, y tu a mi también.
- ¿Y qué puedo regalarte?
- No lo sé

La pequeña hadita miró a su alrededor, sólo podía darle una cosa, pero le tenía mucho aprecio. Se trataba de un colgante hecho de la corteza del más sabio de los árboles de su bosque, su sauce. Era único e irrepetible, un talismán...

- ¿Y qué me darás tu?
- Mi más preciado tesoro
Entonces el hada que era confiada, se quitó el colgante y se lo dio.
Acto seguido el duende se quitó su bolsita y se la dio a ella

- ¿esto es tu tesoro?- dijo la hadita al duende que no sabía que tenía de interesante una bolsita
- si- dijo absolutamente convencido el duente
- y ¿por qué?
- Veras, esta es mi colección de sonrisas y de felicidad, cuando notes que estás triste, que necesitas fuerzas para continuar, o que te sientes cansada, abre la bolsita y pídele una sonrisa. Ahora bien, siempre que lo hagas y recobres tu fuerza habrás de buscar a alguien a quién tu puedas hacer feliz a cambio, o a la próxima vez que la abras, ya no funcionara.
- El hadita sonrió, era un magnifico regalo
- ¿Y lo tuyo, por qué es un tesoro?
- Verás, ese es un colgante hecho con la corteza del árbol más sabio de mi bosque, un sauce centenario que siempre ha tenido respuesta a todo. Cuando tengas dudas, cuando no sepas cómo o por qué elegir, pregúntale al colgante él te guiará y te ayudará a seguir el camino correcto. Ahora bien, cada vez que hagas eso deberás ayudar a alguien a encontrar su camino cuando se sienta perdido, o si no la próxima vez que le preguntes no te podrá ayudar.
- Me gusta tu regalo
- A mi también el tuyo, he de irme, aún tengo que buscar respuesta a algo
- ¿Y no quieres preguntarle a mi collar?
- Esta vez no, la respuesta ha de venir del corazón del “niño grande”
- ¿Volveremos a vernos hada?
- Siempre que me necesites estaré aquí- y entonces señaló el lugar en que se encontraba el corazón del duendecillo- sólo búscame y tendrás mi compañía
- Y tú, ¿volverás a verme, me tendrás aquí?- dijo señalándose su corazón
- No, yo te llevaré aquí- dijo el hada señalándose su corazón- te llevaré siempre siempre, y si alguna vez me siento triste abriré tu bolsa y pensaré en ti.

El duendecillo estaba feliz, había encontrado alguien que estaría siempre con él, incluso aunque pasaran años, siglos, o milenios, ella seguiría ahí, y jamás marchitaría, y jamás moriría. Había encontrado una amiga eterna, cuando ya lo pensaba imposible. Y nunca tendría que despedirse.

- Antes de que me vaya- dijo el hada sonriendo- te diré que más allá de las montañas, donde se pierde el horizonte y existen pueblos pequeños con cuentacuentos y trovadores, hay un lugar encantado en que quizás haya una pequeña duendecilla, que quiera unir su camino azul al tuyo, y si alguien te pregunta quién te manda allí, contéstale que tus sueños, tu corazón y una hadita joven que andaba buscando la magia para cumplir sus sueños.

Así pues el duende sonrío. Y cuando su hadita alzó el vuelo se prometió a si mismo, que mientras la luna , las estrellas y el sol siguiesen en el cielo miraría a su corazón para acordarse de ella. Y buscaría aquel lugar encantado del que tan dulcemente en un atardecer había oído hablar. “soy un duende aventurero” se dijo para si mismo y emprendió su viaje hacía aquellas lejanas tierras de las que no sabía casi nada.

Cuando el hadita llegó a la casa del niño grande, observó como seguía encerrado en su espejo, apretó la bolsa que su nuevo amigo le regalara minutos antes y se dijo a si misma, que ya era hora de repartir sonrisas.

.... continuará....